ORALES. Lenguajes
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   La catequesis es ante todo palabra, exposición, referencia a la enseñanza divina, eco del mismo Dios que habló a los hombres. "Catequizo" es un verbo griego que significa resonar, hacer oír la voz, exponer, comunicar. Etimológicamente, catequesis implica explicar, sobre todo "decir por oral" y "hacer entender".

   Por eso la palabra hablada, la comunicación oral, es lo más natural con lo que nos podemos encontrar en la catequesis, pues es el vehículo que transmite el mensaje religioso.
   En este sentido la Iglesia siempre ha tenido la conciencia de su deber de transmitir personalmente el misterio recibido y ha recordado el "Id y proclamad el Evangelio a todos los hombres." (Mt. 28. 19; Mc. 16.15; Lc. 24.47)
   Pero la palabra del catequista no es "predicadora" ni es "académica", pues él no es un predicador que anuncia y celebra ni un profesor que instruye y anima.
   Entre los "ministerios de la Palabra" en la Iglesia, el suyo es original: ofrece el mensaje, educa a la persona, invita a la comunidad, respeta la conciencia, muestra el camino del a verdad.

   1. Lenguaje natural

   Por otra parte el lenguaje oral, la palabra espontánea, es lo más natural y radicalmente humano que el catequista debe apreciar, dominar y realizar.
       - La palabra nace con el hombre, lo que significa que existe desde que el hombre es capaz de transmitir un mensaje: un dato, un deseo, un sentimiento a sus semejantes.
       - La palabra define y estimula el progreso mental del hombre: sus modos de comunicación, su capacidad de comprensión, sus relaciones, la transmisión de contenidos. El hombre progresa en la medida que habla cada vez mejor y habla mejor cuanto más progresa.
       - En cada hombre, el uso de la palabra se desarrolla a medida que se despierta su inteligencia, desde la primera emisión afectiva infantil hasta la formación de complejas estructuras argumentales en el joven y en el adulto.
   Estudiar la palabra oral es encontrarse con "el producto" más humano en todos los terrenos: científicos, artísticos, literarios, también religiosos.
       + Ello supone no solo recibir la expresión externa: el sonido de los labios.
       + Es sobre todo conectar con el pensamiento interno, misterioso, fraguado en la mente de quien habla.

   2. El catequista habla

   Hablar es decir lo que se piensa y pensar lo que se dice; es decirlo con claridad y precisión y es pensarlo con coherencia y con objetividad.
   El hablar supone pensar y el pensar muchas veces reclama el hablar. Por eso, el alma de la palabra es el pensamiento en sus tres niveles:

   2.1. Nivel de conceptuación:

   Equivale a elaborar ideas, conceptos. Concebir o idear, supone expresar algo en el propio interior.   Lo hacemos por dos caminos o de dos maneras:
      - Por intuición, es decir captando de golpe la realidad externa, de forma rápida, simple, sensorial;
      - Por abstracción, que supone elaborar lentamente, con superposición de imágenes sensibles, algo concreto (precisar) o algo total (generalizar).
    La expresión externa del concepto es la palabra, el término, el vocablo. 
   Sólo puede hablar bien quien tiene riqueza de vocabulario: en cantidad, (muchas palabras) y en calidad (precisión y claridad de significado).
   El catequista debe cultivar (adquirir, precisar, aclarar, usar bien) un conjunto suficiente de términos o vocablos religiosos. No puede hablar bien de "amor... encarnación... gracia... Trinidad... etc.",  si no sabe qué significan esas palabras. Tener variedad y claridad de términos es punto de partida para hablar bien.

   2.2. Nivel de enjuiciamiento.

    Enjuiciar es relacionar dos o más conceptos. Afirmar es expresar concordancia; negar es expresar discrepancia; dudar, interrogar, suponer, sospechar es no expresar relación definida, sino posible, probable, dudosa. Los juicios son relaciones que la mente elabora al comparar conceptos.
      + Los expresamos internamente en forma de sentencias (afirmaciones, negaciones, dudas) que perfila la inteligencia.
      + Los exteriorizamos en forma de frases o proposiciones (sintagmas simples se llaman en Gramática),
    La frase es el alma del lenguaje social. Con la frase se comunica un juicio, se transmite una relación, se exterioriza una necesidad, opinión, duda, deseo o negación. La frase es el pensamiento entero, aunque simple.
   El catequista usa con frecuencia frases. Pero tiene que hacerlo bien: construirlas con corrección, claridad, elegancia. Así son asequibles y pueden ser bien interpretadas por los oyentes.

  2.3. Nivel del razonamiento

   El pensamiento humano es más complicado, lo cual hace que el lenguaje sea más complejo. Uniendo las frases, relacionándolas, encadenándolas, elaboramos argumentos o cadenas de juicios. (En Gramática los llamamos sintagmas complejos). Con las frases, subordinadas o coordenadas, transmitimos el pensamiento en forma de cadenas múltiples de sentencias o juicios.
   La expresión externa del razona­miento o raciocinio es la argumenta­ción, que podemos formular de diver­sas formas.
  + Analizar es manifestar, exponien­do detalladamente, aspectos parciales;
  + Sintetizar equivale a formular visiones globales y unitarias de la realidad.
  + Discurrir significa hilvanar cadenas de juicios sucesivos, lineales, no repetitivos ni reiterativos.
  + Reflexionar es reforzar con repetición y aclaraciones, lo que se dice.
  + Deducir es caminar desde juicios generales o universales a otros particulares o concretos
  + Inducir es preferir lo inverso: ir de juicios particulares, de experiencia, hacia los generales, de reflexión.
   En nuestro lenguaje ordinario, estamos siempre argumentando. Expresamos nuestro pensamiento con juicios hilvanados, con frases sucesivas, más complejas o más simples, pero vinculadas entre sí. Hacemos coordinacio­nes o subordinaciones, discursos o reflexiones, análisis o síntesis, generalizaciones o precisiones. A esto lo llamamos "hablar". Pero, en el fondo, lo que se hace es "pensar", pues no se puede hablar sin pensar.

UN EJEMPLO PARA CATEQUISTAS

Un catequista explica una metáfora sobre Jesús a un grupo de niños de primera comunión (9-10 años). Es el estilo de catequesis que les va haciendo. Suele empezar con una exposición. Termina con un ejercicio escrito en el cuaderno.
   En una ocasión se grabó su exposición, con su consentimiento, a fin de hacer una crítica y ayudarle a mejorar. En la cinta se oye.
   "Mirad, pequeños... Hoy vamos a hablar de lo que es la Eucaristía y lo que hace en nuestra alma. Jesús en la Eucaristía es como un sol que nos da luz y calor. Es la fuerza de nuestra vida. Es un torrente de alegría que nos invade y nos llena de paz....
  - Un niño dice: "Oye, catequista ¿qué es un torrente?"
  - El Catequista sigue: "No te distraigas ahora con eso. Un torrente es un chorro de agua grande. Jesús es agua de vida. Lo dijo El mismo: "El que bebe del agua que yo le daré no tendrá más sed, pues será como un torrente dentro de él que saltará hasta la vida eterna".
  - Otro niño: “Oye catequista:  ¿Qué es la vida eterna?"
  - Antes de que responda, un compañero interviene: "¡Mira éste! La vida eterna es el cielo, donde están las nubes y el sol".
  - El catequista continúa: "No os distraigáis con eso. Lo que nos interesa es el misterio de la presencia eucarística. Porque Jesús es un misterio. ¿Sabéis lo que es un misterio?
   - “Si, lo que pasa por la noche y lo que nadie puede explicar”, dice uno de los más aplicados del grupo.
   - “Aunque no entenda­mos eso de misterio, también es lo que pasa por el dia, lo que es una doctrina, lo que es un dogma…" (Y la explicación sigue...)

   Después de su exposición se le sugieren los fallos o insuficiencias: se le hace caer en la cuenta al catequista de que los niños de 9-10 no entienden: "misterio", "dogma", "alma", "presencia eucarística", "vida eterna", etc. Podemos comparar el fragmento grabado, con el diálogo modélico que se propuso después.
     - ¿Quién de vosotros es amigo de Jesús?...    Ah, todos!  me alegro. Así somos amigos entre nosotros.
     - Quiero que comparéis a Jesús con el sol. ¿Por qué?
     -  Uno:  "Porque el sol da calor y no es invierno o hay frío".
     -  Otro: "Porque el sol da luz y estamos de día y vemos"
      -  Otro  "Porque el sol es grande y da rayos y calienta.
      - “Me gusta lo que decís. ¿Qué pasaría si el sol no existiera y no diera calor? ¿Que nos pasaría, a vosotros y a mí y a todos?
     - Uno:   "No habría luz y siempre sería de noche y nos moriríamos de miedo y de hambre, claro.
     - Otro:   "No veríamos nada. Se terminaría el agua en las  nu­bes, que la sube el sol.
     - Otro:   "La tierra sería como una cueva. No habría plantas.  Siempre haría frío. Los pájaros se mueren.
     - “Entonces, ¿podemos comparar a Jesús con el sol? ¿Qué significa eso de que Jesús nos ayuda a ver las cosas? ¿Qué cosas?... Nosotros, gracias a Jesús, sabemos que hay cosas buenas: ayudar, trabajar, rezar... Otras son malas: mentir, vengarse, no rezar, ser perezosos.  (Ellos van diciendo)

  - Al final del coloquio:   "Vamos a hacer un dibujo de Jesús y el sol. Pero, vamos a poner y a explicar, en qué cosas Jesús nos da luz, fuerza y calor... “ (Sigue así la explicación activa y adaptada)
   

 

   3. Palabra de catequista

   El catequista tiene que aprender a hablar bien. Es condición para trans­mitir correctamente el mensaje de que es portador. Sólo lo logra si sabe pen­sar con perfección.
   Ello exige ciertas condiciones: orden, claridad, coherencia, suce­sión, concordancia, lógica. etc. Y sobre todo exige práctica y experiencia.
 El catequista habla bien, si atiende a unas exigencias básicas:
  - si tiene riqueza, variad, claridad de vocabulario, incluido el religioso;
  - si sabe hacer frases correctas, sencillas, precisas, sucesivas;
  - si adapta con habilidad sus expresiones a los destinatarios y estimula su atención porque facilita su comprensión;
  - si es dueño de lo que dice y dice lo que quiere y como quiere;
  - si razona bien, que es en definitiva la energía básica que sostiene el hablar ante los demás.
   Con el lenguaje religioso, que es lenguaje humano en esencia, pero con un contenido doctrinal, moral, espiritual, transmitimos pensamientos. Lo hacemos en la medida en que los oyentes los entienden.
   No es difícil lograr esto si hacemos ejercicios y nos preparamos aclarando el contenido de lo que vamos a decir. Para hablar bien "catequísticamente" no basta quererlo. Se precisa experiencia, tiempo, ejercicios diversos, reflexión, paciencia.
   Pasa lo mismo que con los demás lenguajes. Si inten­tamos dominar un lenguaje de­portivo, informático, artístico o científico, tenemos que dedicar tiempo, buena voluntad, interés y esfuerzo. Eso precisamente requiere el lenguaje en la catequesis.

   4. Modelos de lenguaje oral

   La comunicación de Dios a los hombres, la Palabra de Dios, es la referencia última del hablar catequístico. Se halla contenida en la Escritura Santa.
   El catequista aprende en ella cómo hablado Dios a los hombres y la toma como modelo y aliento de la suya. Le sirve de referencia de cómo debe transmitir los mensajes a sus catequizandos.
   Pero el catequista no la contrapone a la palabra humana, pues aunque transmite mensajes divinos sus destinatarios son los hombres.
   Bueno será recordar algunos cau­ces, modos o ejercicios, que po­demos emplear en catequesis. Todos ellos tienen de común el empleo de la viva voz. Los "tonos", las formas, los estilos varían en cada uno. Y el modo o forma preferida en cada acto catequístico depende de la materia, de la persona y de la circunstancia: es decir, de la prudencia del catequista.

   4.1.  Explicación

   Es la manifestación, la exposición, la comunicación de forma lenta, progresiva y clarificadora. Se basa en algo que se tiene que comunicar y se transmite a un auditorio.
   Se manifiesta de forma ordenada, lógica, sistemática y cohe­rente.
   Se hace de diversas formas:
     - como comentario... o simple exposición a los oyentes;
    - como diálogo, con posibilidad de preguntas y de aportaciones;
    - como coloquio más o menos dirigido y encauzado;
    - en forma de "panel" o exposición compartida entre diversos interlocutores que se hacen escuchar de los demás.
    - con "ponentes" o expositores, previamente predispuestos, que provocan la reacción de los demás.

   4.2. Discusión

   Cuando se busca el contraste de pareceres y posturas y la manifestación de posibles discrepancias tene­mos la polémica, el debate o la contro­versia.
   Se habla con actitud reflexiva, crítica, defensiva, apologética
   Se formulan alegatos, litigios, censuras, reproches, en ocasiones protestas o reclamaciones.
   La Dialéctica es la ciencia del lenguaje que trata de defender un mensaje determinado. Supone lógica, objetividad, "argumentos", no sólo voz potente y decidida.

   4.3. Interrogatorio o entrevista.

   Es la exposición en forma de investigación. Se pretende aclarar el pensamiento por parte y siguiendo un cuestionario más o menos predeterminado
   Se basa en la pregunta: en la que se formula a alguien de forma abierta, en la que se insinúa la respuesta, o en la que sorprende al oyente y le hacer reflexionar para no excederse en palabras que luego no puede mantener.
   La entrevista es la forma periodística más usual del interrogatorio.

   4.4. El discurso

    Es ya exposición artística y persuasiva de un mensaje, con más o menos previsión de resultados. Ofrece formas más frías y racionales como la conferencia o la charla.
    Se manifiesta en forma de disertación, conversación, charla, conferencia, lección, etc. Y también admite maneras apasionadas como la arenga, el "mitin", el alegato, que son formas típicas de ámbitos muy definidos: militar, político, forense, comercial.

   4.5. La Homilía.

   Es el sermón, exhortación, reflexión, meditación, que se formula con una intención más o menos consciente de animación y celebración.
   Se basa en el discurso abierto y sugestivo, no impositivo, propio de terrenos morales o religiosos.  Posee cierta originalidad más ética que lógica, más expositiva.
   Precisamente en este ámbito de la palabra oral es donde situamos el acto catequético que llamamos catecismo o catequesis, aunque no lo confundimos con el entorno litúrgico, pues la homilía busca más celebrar que instruir y la catequesis prefiere lo instructivo a lo celebrativo.
   El acto de catequesis es una explicación oral, sencilla y familiar, hecha para personas cercanas,
    -  Se centra en un tema doctrinal, moral o de significación humana, pero con intención formativa.
     -  Se hace de forma asequible, sistemática y continuada, bondadosa, con una dimensión práctica y vital, no sólo informativa.
    Al apoyarse en la palabra viva, el catecismo exige una comunicación generosa, clarificadora, positiva, adaptada; y, en lo posible, doctrinal, vital, cautivadora, reflexiva.

   5. Aplicaciones pedagógicas

   El catequista es un educador de la fe y debe dar valor a lo que dice, tanto por el fondo como por la forma. Pero debe pensar siempre en lo que el catequizando entiende, pues de lo que se trata es de que haya verdadera comunicación.

   5.1. Importancia de la palabra

   Por muchos ejercicios escritos, audiovisuales, grupales, etc. que hagamos, es preciso exponer, explicar, comunicar bien las doctrinas, las normas y las plegarias a nuestros catequizandos. Esta es la primera labor de la palabra en la catequesis, que presu­pone gente acogedora.  Una buena explicación, sea de diez minutos o de sesenta, para niños de primera comunión o para universitarios, sobre misterios incomprensibles o sobre relatos bíblicos sencillos, supone determina­das condiciones:
      - Suficiente preparación: exige seleccionar primero el conteni­do y orde­nar la forma de expo­ner; requiere elegir los términos más convenientes según los destinatarios; además, es preciso preparar las frases con tacto, naturalidad y claridad...
      - Oportuna y adaptada exposición.  Se debe realizar con armonía, senci­llez, bondad, afecto y alegría.
      - Elección adecuada de formas. Se puede hacer de forma sólo expositiva... o simplemente comunicativa; o de manera interrogativa, con preguntas y respuestas sugeridas.
      - Recapitulación o síntesis final. Es conveniente que los catequizandos entren en juego con sugerencias o con actividades interesantes.
      - Aplicaciones prácti­cas a la vida personal y del grupo.
 
   5.2. Condiciones de la palabra

   Para hablar bien se requiere mente clara, ideas sólidas, conocimientos firmes, soltura verbal, habilidad, seguridad y reflexión. Se precisa un pensamiento sano y sereno, coherente y sistemático. Hay quien lo goza como don natural. Y hay quien precisa esfuerzo para conseguirlo. La "Oratoria" y la "Retórica" son las ciencias del lenguaje que enseñan a hablar con elegancia. El catequista no es un orador; pero su hablar digno garantiza su eficacia. Su riesgo es hablar con ambigüedad, palabrería, pedantería o frialdad.
   No siempre se puede hablar todo lo bien que se desea en cada momento.
      - Al principio es frecuente encontrar dificultades. Incluso, puede sobrevenir el desaliento, al sospechar que no se sabe hablar ante un grupo o nunca se llegará a dominar el arte de decir las cosas con elegancia.
      - Pero, a medida que se conoce bien la materia, que se repiten los ejercicios, entonces los modos de expresión son más sueltos, provechosos, incluso gratificantes para uno mismo.
      - Nunca se consigue la perfección. Pero se puede llegar a la suficiente habilidad para que la tarea sea provechosa.